Aprendamos apreciar /sentir el cuerpo desde dentro, como dice el filósofo Salvador Pániker, "la felicidad bien podría definirse como un estado corporal". Escuchar y valorar las sensaciones internas que nos proporciona nuestro cuerpo, nos transforma y conecta con lenguajes vinculados con expresiones de ternura que posibilitan el bienestar interior.
Desarrollar una mirada de
amor hacia al cuerpo significa volver a casa para cuidar lo que es nuestro, lo que
somos y nos vincula a la vida en cada instante. Es aligerarse del peso de las apariencias para acompañarnos en la intimidad.
La forma en que se trata el cuerpo dice mucho de cómo se acepta la vida que habita en él. Amar el cuerpo significa amar la naturaleza, es una manifestación de la vida llena de misterios que nos acercan a la plenitud.
Una vía maravillosa que nos ayuda adentrarnos en el cuerpo y vibrar con su voz tridimensional es el baile. Moverse de dentro hacia fuera permitiendo que nuestro espacio interno tome forma y gesto, es liberador.
Bailar sin juicios, por el placer de generar sensaciones a través del movimiento, posibilita ampliar conciencia de las diferentes partes del cuerpo que integran el ser y que están repletas de información e historia. La unión mente-cuerpo surge de manera natural gracias a la combinación de música, emoción y movimiento que aquieta los diálogos mentales.
Otras prácticas integradoras como: El yoga y el taichí, generan consciencia a través de la respiración, las distintas posturas y movimientos, también facilitan la conexión, activa un lenguaje integrador y construye una sanadora unión entre cuerpo, mente y espíritu.
En fin, los movimientos y actividades físicas desarrolladas con conciencia favorecen una
relación más armónica entre mente y cuerpo, activan la bioquímica de la serenidad y el placer que permite sentirse a gusto en la propia piel.